domingo, abril 01, 2007

Cronicas del caos: El pago de la tenencia (continuación)

El Jueves 30 de Marzo intenté pagar la tenencia de mi automóvil.

Ayer al fin pude pagar la tenencia, debo admitir que consideré olvidarme por completo del pago, pero al final el peso de mis obligaciones pudo más y me levanté antes de las seis de la mañana (¡en sábado, blasfemia!) para ir a la nave 3 del Parque Tabasco a realizar el dichoso pago; ser un buen ciudadano suckea, maldita sea mi consciencia moral.

Cuando se convive cierto tiempo con el caos, éste acaba por convertirse en parte de uno mismo; el estacionamiento de la nave se abre a las 6 de la mañana y a esa hora llegué a hacer fila. Para entonces ya había una cola de alrededor de 200 autos en espera de que se abrieran las puertas, yo ignoré esa fila y me metí a la mala al estacionamiento para después correr a alcanzar un lugar detrás de quienes ya estaban aguardando a que se abrieran las puertas del lugar (en mi defensa, yo no sabía que el estacionamiento se abría a las 6 y el hecho de ignorar la fila no fue de mala fe, no así el colarme en la fila, pero en fin).

Después de tres horas de espera bajo el sol de la mañana, con rumores de que sólo se repartirían 300 fichas por ser media jornada y después de empujones, gritos y conatos de pelea al frente de la fila las puertas de la nave fueron abiertas. El orden duró exactamente ocho segundos antes de que la fila se rompiera y la gente comenzara a correr hacia el módulo donde se repartían las fichas, avanzando entre la multitud logré llegar al frente y rescaté la ficha número 438, inicialmente pensé en el karma y que me había tocado un número que correspondía a la hora en la que había llegado, pero luego vi al imbécil que llegó después mío con el turno 220 y me dí cuenta de que el karma es una mamada, y en la sociedad del caos uno consigue sólo lo que pueda tomar por la fuerza. Salí a tragarme unos tacos, pues no había desayunado y las molestias comenzaban a darme agruras.

Finalmente, a las 11 de la mañana con 42 minutos, con un glorioso ¡ting! el monitor anunció la llegada de mi turno. Antes del medio día y con casi seis horas de espera cumplidas abandoné ese lugar, con mi engomado, la nueva tarjeta de circulación y un recibo de caja. Eso es lo que uno obtiene por sus innumerables horas de espera: un holograma chafa y un par de papeles impresos; no pude evitar sentirme como un imbécil.

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